Seguro que los han visto alguna vez. Llevan chalecos de colores llamativos, se sitúan en las avenidas principales de grandes ciudades y se dirigen con sonrisas al paseante para animarle a hacerse socio de alguna ONG. Son los captadores de socios, y su presencia cada vez es mayor en nuestras calles. Hasta hace unas semanas, yo era uno de ellos. Por un salario de 400 euros, 4 horas al día durante 7 días a la semana, ofrecía argumentos para aportar una cantidad mensual con una organización humanitaria.
En contra de lo que piensan muchos peatones, los captadores no son colaboradores de las ONGs ni su trabajo es voluntario. Lo que hacen tiene más que ver con el marketing que con la acción humanitaria. Se trata de una labor temporal, precaria, y donde no existe relación real con la organización a la que se representa. Las ONG (en mi caso Médicos Sin Fronteras, pero muchas practican la misma política) subcontratan sus servicios a ETT que abaratan los costes y se ahorran los problemas del trato directo con el trabajador. Como cualquier otra empresa, los beneficios son el único objetivo.
Si el trabajador no alcanza un determinado número de socios, en un mes se va a la calle. Y a veces, incluso si los consigue, también, pues resulta más económico disponer de captadores en periodo de prueba que hacer un contrato real. Si vuelven a ver a estos captadores hagan una prueba: fíjense en su rostro. En menos de un mes, otra persona ocupará su puesto. Así nos va, que incluso la solidaridad es precaria.
Mejor Que No Lo Veas 